El strudel que une a una familia desde 1970:
la historia de Pastelería Pascuallé
En una esquina donde la gente se saluda por su nombre, Pastelería Pascuallé lleva más de medio siglo haciendo algo que parece simple, pero es profundamente difícil: permanecer. Desde 1970, esta pastelería familiar ha visto pasar generaciones, crisis, modas y temporadas… y aun así, cada diciembre vuelve a ocurrir lo mismo: el aroma a horno encendido, el vaivén de clientes que van por “lo de siempre” y una receta que ya se volvió tradición.
La historia comenzó con una decisión valiente. Un chef —formado en cocinas institucionales— sintió que era momento de apostar por lo propio. Donde otros veían riesgo, él vio una oportunidad de dejar huella: abrir una pastelería con técnica, disciplina y cariño por el detalle. No era solo emprender: era crear un lugar donde la gente celebrara la vida.
Hoy, esa apuesta la sostiene la tercera generación. Y hay algo en sus palabras que se repite: orgullo. Orgullo de seguir, de crecer sin perder la esencia, de ver que un negocio familiar puede convertirse en parte del paisaje emocional de una comunidad. “Es bonito cuando te felicitan”, cuenta xxx. “Cuando alguien te dice: ‘ya los recomendé’… ahí entiendes que no estás vendiendo un pastel: estás construyendo confianza”.
En Pascuallé, la Navidad tiene un protagonista. El strudel es uno de los productos más buscados en esta temporada; el que la gente se lleva para la cena, para la visita, para el intercambio o para ese momento en familia donde el postre cierra el día con una sonrisa. El strudel de Pascuallé es eso: un pedacito de tradición que se comparte.
Además de la receta, hay una convicción que sostiene su cocina: “Lo hecho en México está bien hecho”. Pascuallé cree en el talento mexicano, en la capacidad de producir calidad con precios justos, y en la importancia de trabajar con insumos nacionales. Por eso, colaboran con proveedores como Cremería Americana La Gloria, y defienden una idea poderosa: cuando compras local, no solo compras un producto… financias empleo, sostienes familias y mantienes viva una cadena de trabajo.
Esa misma visión los llevó a sumarse a Viernes Muy Mexicano (VMM), una iniciativa que impulsa a negocios familiares y promueve el consumo en comercio establecido. Su experiencia ha sido clara: estar en VMM les ha ayudado a que más personas los conozcan, lleguen por primera vez y regresen por segunda. Y porque la economía también se activa con pequeños gestos, cada último viernes de mes aplican 10% de descuento en tienda en productos seleccionados de galletas, pasteles y cafetería.
Pero lo que más conmueve de Pascuallé no cabe en una vitrina: su sentido de comunidad. Entre negocios se recomiendan, se apoyan, se hacen “barra”. “Lo mejor que podemos hacer como mexicanos es apoyarnos”, dicen. Y en esa frase hay una verdad profunda: el comercio local no es solo transacción; es tejido social.
En tiempos donde todo va rápido, Pastelería Pascuallé recuerda algo esencial: lo que perdura se construye a fuego lento. Con oficio, con familia y con un país en el que se decide creer todos los días.
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A la fecha, más de 576 mil negocios participan en el programa de los cuales, 550 mil son físicos y 26 mil online. Todos participan con promociones, descuentos y experiencias a través del portal viernesmuymexicano.com.mx. Los estados con más registros en línea son Ciudad de México, Quintana Roo, Guanajuato, Puebla y Estado de México. Al ser un programa permanente, los registros continúan abiertos en www.viernesmuymexicano.com.mx

