La formalidad no se castiga, se cultiva
Octavio de la Torre de Stéffano alerta sobre el impacto de mayores impuestos locales y la informalidad en los negocios formales, y llama a recaudar con visión, justicia y estrategia.
Por Octavio de la Torre de Stéffano
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No soy político ni burócrata. Soy dueño de negocio. Y, como muchos de ustedes, todos los días abro mi negocio con un objetivo claro: producir, generar empleo y aportar valor a la comunidad. Pero últimamente siento que ese esfuerzo se está volviendo cuesta arriba. Y no por falta de ganas, sino por decisiones que, desde los escritorios públicos, ignoran la realidad del territorio.
Hablo de los incrementos en impuestos locales, derechos municipales y contribuciones nuevas que aparecen como si el sector formal fuera una fuente inagotable.
Y, adicionalmente, tengo que sortear el comercio informal, que es una gran competencia desleal, y muchas veces las mismas autoridades le dan oportunidad de instalarse frente a mi negocio, sobre todo en las épocas más importantes, cuando hay más afluencia de personas, que nosotros esperamos con ansias para desplazar nuestras mercancías y con ello cumplir con todas nuestras obligaciones.
La tentación de “subir la carga a los que ya pagan” es peligrosa. No se trata de decir no a la recaudación; se trata de hacerlo bien. Con estrategia. Con visión.
Recaudar más no debe significar castigar a los mismos de siempre. Hay otras rutas: administrar mejor, ampliar la base contributiva, digitalizar procesos, simplificar trámites y, sobre todo, combatir la informalidad no con castigos, sino con puentes.
La informalidad no es un enemigo. Es una herida abierta. Es el síntoma de un sistema que no ha sabido llegar a tiempo ni con empatía. Es el resultado de un Estado que, en muchos rincones del país, abandonó a sus ciudadanos. ¿De verdad esperamos que el fabricante, el artesano, el comerciante y el prestador de servicios cumplan con 20 trámites cuando muchos de ellos ni siquiera tienen internet estable o acceso a crédito?
Por eso, quienes vivimos la economía real decidimos organizarnos para proponer, no solo para señalar. Para generar soluciones y construir mejoras reales, creamos la Asamblea Nacional de Empresas y Negocios Familiares G32, un espacio de diálogo y propuestas desde el territorio, donde las voces de los negocios familiares, las micro y pequeñas empresas y los emprendedores tienen un lugar en la conversación pública. No para confrontar, sino para aportar evidencia, experiencia y alternativas viables.
Necesitamos cambiar la narrativa: la formalidad debe ser una oportunidad, no una trampa. Debe ser accesible, rentable y apoyada con herramientas reales: microcréditos, capacitación, simplificación y acompañamiento. No más trabas. No más castigos.
El liderazgo empresarial hoy nos exige más que quejarnos. Nos exige construir. En nuestras empresas, en nuestras cámaras, en nuestros barrios. Porque cada negocio formal que muere es una historia que se rompe. Y cada negocio que se fortalece desde la legalidad es una inversión en el futuro del país.
Ya lo dice una máxima: “No puedes ayudar al asalariado destruyendo al empleador.”
Y yo añado: no puedes reactivar una economía asfixiando a quienes sostienen el empleo.
Recaudar sí, pero con visión. Con responsabilidad. Con justicia
Octavio de la Torre de Stéffano
Presidente de Concanaco Servytur
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